jueves, 16 de febrero de 2012

Literal, una irrupción en la literatura argentina

Entrevista de Juan Mendoza a Jorge Quiroga, Buenos Aires, octubre de 2009

– ¿Cómo surge Literal?
– Literal es una irrupción en la literatura argentina. O sea, aparece de una manera abrupta digamos. Era y no era esperada, una cosa así. O sea que es original. Creo que todo eso no viene de la nada. No es que aparezca porque sí, como una aparición. Sino que es producto de una literatura anterior y todos sabemos que uno de los precedentes es Nanina de Germán García. Nanina es una suerte de autobiografía, una especie de literatura de vagabundos. Ahí están Miller y todas esas cosas que Germán García leía de jovencito, todo eso está como mezclado para armar una cosa muy original y muy propia. Los tipos que influyeron en Literal fueron Gombrowicz, Macedonio, Girondo, Arlt un poco (sobre todo en Lamborghini que lo mencionaba algunas veces).
– Pero Arlt no aparece referido directamente en la revista…
– Arlt no aparece en la revista pero aparece en las conversaciones del grupo. Hubo un debate, en el que estaba Masotta, en el que “el negro” [Osvaldo Lamborghini] lo trajo a colación 1. Yo no creo que Arlt estuviera incluido en la revista. Pero hay una charla en la que Lamborghini habla de Arlt y creo que la figura de Arlt está como incorporada a él. No está incorporado en Literal pero yo soy arltiano, Germán menos, pero se lo puede tomar.
– Y entonces aparece Literal...
– Y se produce, se va dando, un tono particular, digamos un estilo. Un tono de la escritura que es bien reconocible. Los textos se asemejan. No es que sean idénticos, tienen su particularidad, pero tienen un tono que los singulariza. Y esos textos y esa exposición de la escritura literaria, vienen de una tradición de ruptura. Vienen de un recorrido que tiene que ver con una posición crítica con respecto a la literatura. Justamente aparece la idea de escritura. Y no es exactamente que venga de Barthes, eso es más una reelaboración que se hizo después. Nosotros teníamos bien claro que era una escritura literaria. O sea, esto lo podemos tomar como una reescritura, como un ready-made: ponemos esto “acá” y “esto” es literario. Porque es una operación por la cual se transforma un texto cualquiera en literario. Hay como un manejo, una operación me parece. “Yo lo voy a poner ‘acá’”: el discurso de un psicótico, de un loco, de quien sea, yo lo tomo, lo coloco, como el ready-made de Duchamp, y lo transformo en literatura. Eso es lo que pienso un poco ahora, no es que nosotros entonces pensábamos exactamente eso. Y entonces está bien claro que hay una forma, una modalidad muy propia de esos textos. Y está bien claro que en la revista se diferencian los textos teóricos y los textos de expresión literaria. Hay una división bien clara y un límite entre una cosa y la otra y sin embargo se juntan, se tienden a juntar, se tienden a contaminar los dos discursos entre sí. Por eso alguna gente se ponía tan nerviosa, porque había algunos textos que no se sabía muy bien qué eran. Se contaminaban los dos polos en los cuales se basaba la cosa. Y esos dos lugares son como territorios, como sitios, como enclaves en los cuales se colocarían las situaciones. Ante algunos textos que uno va releyendo, yo creo que hay una generación literaria que se podría denominar “generación Literal”. La hay en ese momento, en ese momento heroico de Literal; y la hay también después, como consecuencia. A lo mejor mucho tiempo después, o relativamente algún tiempo después, hay tipos que escriben pensando en Literal, que escriben teniendo en cuenta esa experiencia. Haciendo a lo mejor otra cosa o parecida, pero teniendo como referencia a Literal.

El peronismo. El antipopulismo.

– Ya sea por adhesión o por oposición: ¿Qué cosas marcarían a aquella “generación Literal”?
– Hay un artículo en El ojo mocho en el que yo hablaba de un “diálogo tenaz con la época”, una especie de controversia, una discusión con la época. Nos ubicábamos en nuestra época y nos poníamos a discutir con ella. No era lo que pasaba de un modo preponderante, sino que era un poco lo que nosotros pensábamos sobre ella. ¿Qué era lo que entonces se discutía? Como todos sabemos “el populismo” era una cosa muy vigente, no solamente en la ideología de los militantes, sino que estaba en el aire: en el periodismo, en el cine, en la vida cotidiana había una respiración populista. Un poco “discepolianamente” nosotros, porque eso estaba, nos poníamos en contra.
Claro, uno hoy dice populismo y no es que se tenga claro de qué se habla. Nuestra oposición era contra el populismo de esa época, de ese momento, y de ese lugar. Porque por un lado había una suerte de populismo de procedencia nacional y otro que venía de otros lados. Ese populismo a nosotros nos irritaba. Nos movía a discutir. A pesar de que era inevitable compartir fragmentos populistas porque estábamos ahí. Uno no puede ser absolutamente inmune a lo que está pasando.
– ¿Sería algo así como una “tendencia generalizada”, sólo identificable en el orden de los discursos? ¿O se podría pensar también en una “Biblioteca Populista”?
– Y, es muy difícil pensar una biblioteca populista, tendría que revisar. Soriano podría ser. El boom, nosotros estábamos absolutamente en contra: éramos el anti-boom. La literatura latinoamericana y todo eso era una cosa que nos abrumaba, nos parecía que era una cosa que no pegaba con la Argentina y con lo que estábamos viviendo. Contra elboom seguro. Después contra el cuento, el realismo. Inclusive dentro del realismo había escritores como Walsh, que estaban con eso de la “literatura testimonial” y todo eso, pero sin embargo a él lo respetábamos y él nos respetaba. O sea, nos dábamos cuenta de que ahí había algo más. Lo mismo con Miguel Briante. A Briante creo que incluso le publicamos una nota. O sea que no era que estábamos absolutamente en contra de todo, sino de lo más predominante y vulgar.
Y eso parecía que iba acompañado de lo político. Esto ocurrió en todas las artes, en la vida cotidiana, en todos los lugares. Se politizaba todo. Todo era política. Todo estaba bajo el espectro de la politización. Esa era la cosmovisión que regía todo, era esto de lo político tiñendo todo. Eso también implicaba al populismo. Y otra cosa que era dominante era la idea periodística de la literatura y de la realidad. Había una especie de periodismo queriendo opinar (ahora también hay algo de eso), queriendo decir la verdad. Si algo era periodístico estaba refrendado, y nosotros lo atacábamos. Todo esto coincide con los años más convulsivos de la Argentina. O sea, la Argentina era una cosa muy complicada en la década del 70. De Onganía en adelante fue una época muy convulsiva: mucha lucha social, mucho conflicto, mucho movimiento político y ahí, en el medio del ojo de la tormenta aparece Literal. No es por casualidad que aparece ahí. No veo a Literal apareciendo en un momento de paz. Tiene que haber sido en una época de conflictividad social, de conflicto, y de discusión y de replanteos. Me parece que Literal pega con ese momento. Era la resistencia a las dictaduras, “El Cordobazo” como símbolo de una rebelión, era “el retorno de Perón”. Todo eso crea un clima muy especial que propicia el surgimiento de una cosa como Literal. Y Literal aparece ahí como una suerte de “antídoto”. Antídodo irrisorio, porque nosotros ¿a quién íbamos a conmover con esa revista? La pasión de Germán, el impulso de Germán nos arrastraba a todo esto. Y justamente aparece Literal en el momento del asalto al cielo con el “camporismo”, en el medio de ese despelote. O sea, todo eso era el ingrediente revulsivo de Literal al revés. O sea, Literal aparece de golpe. Y la época social también era de discusión de todo, y de replanteos y, tal como se decía, se estaba al borde de la aparición de otra cosa, se estaba a un paso de “el asalto al cielo” y qué sé yo. Eso era algo contundente. Y la contundencia de Literal era negar eso al revés, o sea, con la misma fuerza, pero no para afirmar eso sino para que se cuestionara esa situación.
– ¿De allí entonces que por momentos Literal aparece como una línea de fuga de la época, pero por otros, en cambio, aparece como un nudo que lo condensa todo?
– En general éramos críticos de la política, pero teníamos ciertas tendencias hacia determinado sector. Pero en determinadas circunstancias, yo me acuerdo muy bien, en el 73, Lamborghini, Germán y yo participamos en el diseño de la campaña de Cámpora. Yo militaba. Los grupos de juventud pidieron técnicos para hacer la campaña a Cámpora.
Había dos campañas: una que la hacían las 62 Organizaciones y otra que la hacía la Juventud. Y la Juventud juntaba técnicos para hacer esa campaña. Entonces yo lo llamé a Germán porque él en ese tiempo era redactor publicitario. Y entonces se coló “el negro”, que estaba ambiguamente. Él era bastante ortodoxo, pero se pegó. Era muy apegado a Germán y se enganchó. Después se quería ir a la otra campaña. Yo le dije que lo había invitado a Germán, y le dije que si quería se podía ir. Pero él, así como Leónidas, era un peronista clásico. Y bueno, en la práctica todos, o casi todos, estuvimos más cerca de esa tendencia que lejos de ella.
– O sea que Literal luego se va a enfrentar al populismo, pero en algún momento estuvo ahí, en el núcleo de todo eso…
– No sé si el enemigo, pero el adversario a quien estaba dirigida nuestra crítica era ese populismo que estaba encarnado en la tendencia más progresista del peronismo. Germán y yo teníamos una percepción de que ahí había algo mal contado, que eso iba a terminar mal, que estaba mal contado. Como que tomar todo al pie de la letra significaba un engaño. Había una cosa sentimentaloide, no reflexionada: ahí había una cosa que no iba. Entonces se daba en general una actitud crítica con la política tal como se estaba dando. Pero el campo en ese momento te ubicaba de un lado o del otro. Por más que vos quisieras ser marxiano no podías, tenías que estar metido en el barullo y tenías que hablar de López Rega, de Perón directamente, era inevitable… si no, no estabas acá. Si vos estabas acá tenías que hablar. Hablar no significaba adherir a todo a ciegas. La actitud de Literal era una actitud de complejizar, problematizar, burlarse. Hubo burlas hasta de Perón. En un momento a Perón en Literal se lo llama “el portagrama”. Había una jugada que iba en relación con las reglas de juego de lo que estaba ocurriendo pero había una hiper-conciencia de todo lo que sucedía.
Todo esto se pierde hoy. Se toman caminos demasiados simples. Ya no se complejiza aquella situación. Se toma lo negro o lo blanco y lo “otro” se pierde. Y eso “otro” es lo más rico, estar y no estar, una de las actitudes más conscientes de aquella época. Yo creo que la intención era burlarse, complejizar o discutir el populismo. Pero nunca se dio una cosa anti nada: anti-marxista ni anti nada.

El psicoanálisis

– Y en ese marco aparece el psicoanálisis…
– Estaba apareciendo el discurso psicoanalítico y el discurso psicoanalítico se incorpora en la escritura de la revista y en algunos momentos parece que fuera más una revista de psicoanálisis que de escritura. De pronto nos avivábamos y entonces volvíamos un poco para atrás. Germán y Gusmán estaban muy entusiasmados con Lacan. En el último número, que es ya el número más psicoanalítico, yo ya no estaba porque me había ido al exilio y con Lamborghini se habían peleado, así que el último número lo hizo Germán. Germán se metió mucho con el psicoanálisis. Y nos parecía bien. Literal tuvo muchos enemigos a raíz de esto. Había gente que decía: “no se entiende nada”, “esto es demasiado teórico”, “se hacen los sabios”. Y eso estaba acompañado por un discurso que señalaba que se estaba simulando. Y que era falso.
– ¿Se trataba de algo teatral, podría decirse?
– Lamborghini actuaba de él mismo por ejemplo. Y después se daba vuelta. Y se metía en unos berenjenales existenciales terribles, porque estaba loco. Por ejemplo: de la locura de “el negro” nos dimos cuenta desde el principio. Sobre todo Germán y después todos los demás. Se veía que algo pasaba ahí. Un individuo desesperado y psicótico. Eso no le quita ni le agrega nada. Eso. Es lo que ocurrió. Se podría decir que era un equis equis. O se puede decir que su confusión ideológica y política es parte de un Lamborghini troskizante, hiper-consciente de todo y qué sé yo; pero me parece que no, que no es así.
– Pero Literal luego va a ser cuestionada precisamente por esa impronta psicoanalítica…
– Germán lo dice en un momento determinado: que el psicoanálisis no se usa en Literal como un metalenguaje. Nosotros no queríamos explicar nada sino que lo dejábamos pasar. Nos parecía pertinente porque el psicoanálisis traía una seria discusión sobre las cosas y que era tan importante como la literatura ahí adentro.
Y otra crítica que se le hace a Literal es que no se la entendía. Yo me acuerdo de una librería de la Facultad de Filosofía y Letras, yo llevo la revista y entonces me dicen: “ya llegó esa revista que no se entiende nada”. O sea, los populistas, en general la gente, la tomaba como si fuera una revista ininteligible apropósito. Y a lo mejor no era eso, a lo mejor lo que se intentaba era tratar temas complejos, tratar temas profundos. Y esa era la manera. Claro, desde la óptica del realismo todo tenía que ser algo sencillo, comunicable. A nosotros no nos disgustaba que fuera ininteligible. No nos parecía una rémora que fuera ilegible. A ellos sí, pero a nosotros no.

Zelarayán, Germán García, Luis Gusmán…

– Había integrantes de la revista que formalmente aparecían y gente que daba vueltas. Uno de los más importantes era Zelarayán. Zelarayán había sido el iniciador de algunos temas de la literatura en algunos de nosotros. Él nos llevaba como veinte años o más. Él nos leía a los surrealistas, Nadja de Breton, leía poemas, y nos introdujo, sobre todo a Germán, en Macedonio Fernández. Le admirábamos no solamente las cosas que pensaba o decía sino cómo escribía. Él cuenta una historia de por qué no estuvo en Literal, que es intrigante. Él dice que Lamborghini lo citó para hacer una alianza y desbancar a Germán. Eso dice él. Yo creo que no es así. Lo que ocurrió es que la revista se hizo y que por celos o no sé por qué él no la integró. Él dice que no integró la revista porque no quiso participar de la intriga de Lamborghini para hacerle una perestroika a Germán. Eso es lo que dice Zelarayán. A mí no me consta. A mí me parece que no es así. La revista salió y él, por esto de ser más grande o qué sé, en el reparto de la cosa no entró. A lo mejor si hubiese querido hubiese estado. Eso es lo que yo interpreto, pero no sé lo que es verdad. Por otro lado esto también era una cosa más generacional digamos.
Después había otros muchachos, Marcelo Guerra, Eduardo Miños, que paraban en el bar La Paz, Susana Constante y qué sé yo, que aparecían en la revista. Eran textos de gente que nos parecía interesante y bueno, aparecían en la revista. Había algunos como Libertella también. Libertella era de afuera de la revista pero admirador de la revista; y colaborador… no quiere decir que las cosas que pensaba Libertella fueran las cosas que pensaba Literal pero había un cruce. Había gente más central y otra que era periférica dando vueltas, o sea que el número de personas es más extenso del que figura en la revista.
La idea que recorrió y cruzó la revista fue el tema de la vanguardia. Había algunos que querían meterse en ese tema. Había otros a los que en cambio les parecía que no había que hacer eso, entre ellos Germán. Libertella defiende la programática de la vanguardia. Yo tampoco pienso que la lectura de la vanguardia debía ser la nuestra. Aunque, viendo con posterioridad las vanguardias estéticas se dan en otros ámbitos como el cine, la plástica, etc.; en los 70 rompe el Di Tella por ejemplo. Pero a mí me parecía que había que preservar un espacio propio. Pero había discusiones sobre ese tema.
En un momento empezaron a llamar a Literal “los marginales”. En eso sí estábamos de acuerdo que no. Eso nos inmovilizaba, nos ponía en una situación casi populista digamos; y con eso no queríamos saber nada. Entonces, como en el caso de algunos escritores del 20 y del 30, como Arlt o Tuñón, hacíamos la vanguardia “a pesar de”. Ahora se puede hacer una lectura que nos vincula a la vanguardia pero esa es una lectura que apareció después. Es como si no hubiésemos asumido la posición de la vanguardia, pero como si la ruptura estética nos ubicó en ese lugar. Pero no es que nosotros lo hacíamos propósitamente, sino que esa es una lectura posible después de mucho tiempo.
– Usted hace un rato hablaba de líneas de continuidad de Literal
– Creo que Literal tuvo consecuencias literarias en aquel momento y en algunas escrituras hasta hoy me parece a mí. Hoy es como que está en el aire. Yo lo que creo es que Literal creó un microclima literario, es una invención, inventó una atmósfera, una discusión, una polémica, y en ese sentido si no hubiese existido Literal algo hubiese faltado.

Por lectura

– Ahí hubo algunos que planteamos esto de la literatura como un lugar de autonomía, algo que quiere su especificidad: ¿qué es la literatura? Literal tuvo un modo de leer dentro de la literatura argentina. Sin recursos, sin grandes aparatos teóricos y qué sé yo, propuso lecturas sobre Gombrowicz (el caso de Macedonio es otro tema porque ahí hay otro tipo de abordaje desde la teoría por parte de Germán), pero el caso de Gombrowicz es por gusto, por intuición, por lectura. Por lectura… después vinieron los análisis. Pero la elección de Gombrowicz y de Girondo es temática y de clima. ¿Qué me preguntabas hoy?
– Sobre algunas de las posibles líneas de continuidad…
– La relación del contenidismo con el populismo era un bricolaje. Y la continuidad deLiteral en el presente se da en relación con los intersticios. Cuando salió la compilación de Libertella con algunos textos de Literal se armó una presentación en la facultad de Filosofía y Letras. En la mesa estábamos Germán, Lorenzo Quinteros y yo. Y Lorenzo decía: “Yo soy actor. Yo estuve ahí porque era amigo de Germán”. ¡Y todos estábamos ahí por ser amigos de Germán! El asunto era ser amigo de Germán. Uno era más o menos amigo. “El negro” era amigo/enemigo. Pero estuvo porque era amigo de Germán. Si no hubiese sido amigo de Germán, no hubiese estado; y si no se le hubiese ocurrido a él meterlo, no hubiese estado. Y Gusmán también era amigo de Germán. Y yo era amigo de Germán. Germán aparece a los 17 años en Buenos Aires en ciertos barrios suburbanos, en la casa de un dentista y qué sé yo, en Lanús, en juergas y charlas culturales. Él se había escapado de la casa y entonces estaba sin lugar donde parar. Entonces yo y otro grupo de amigos le bancamos mil noches para tener un lugar donde dormir; ayudando a conseguir una pensión en Constitución y cosas por el estilo. En ese tiempo estábamos todo el día en los bares o en la calle. En la mañana, a la tarde, a la noche. Era todo muy bohemio. Y a Germán lo conozco de ahí. Después viajo a Junín a conocer a la familia y después él viene para acá y ya se instala. Esto debe ser de la época de Onganía, el 66 o una cosa por el estilo. Y en ese tiempo él empieza a hacer Nanina. Yo tenía un amigo, Fernando De Giovanni, que se había casado y había alquilado en Palermo Viejo una casa y ahí parábamos todos. La casa del matrimonio era una casa de toda la barra. Y Germán en ese lugar terminó NaninaNanina, como escritura, la terminó ahí. En eso era como Roberto Arlt: él te leía, corregía, te leía; la leía en grupos, a ver qué pensaba. La escribía él, pero todos opinábamos. En la calle Corrientes, en una pensión que estaba al lado de La Giralda, él debe haber escrito también alguna parte. Yo me acuerdo muy bien que mi hermano se la pasó a máquina2. Yo aparezco en un momento de la novela. Cuando dice Quiroga se refiere a mi hermano. Yo aparezco en un momento, cuando hay un personaje que aparece rompiendo el dinero. No sé con qué me cargaron que no me gustó y entonces yo aparezco diciendo que no me jodan, que si no rompo la guita.
– ¿Y a Luis Gusmán cómo lo conoce?
– A Gusmán lo conozco desde la escuela secundaria. Él estaba un año anterior, un año atrasado. Pero no era para nada escritor. Ahí el escritor de la escuela, el que hacía poemas por los cuarenta años de la escuela y qué sé yo era Fernando De Giovanni. Y yo no existía como escritor; y “el flaco” tampoco. Seguramente Gusmán habrá querido ser escritor. Pero comenzó a ser reconocido como escritor en la época de Literal, o un poco antes digamos. Pero en la época de la escuela secundaria no. Siempre melancólico, calladito. Y ahora sigue igual.

Las revistas. Las polémicas.

– Hay polémicas que ya resuenan cada vez que se habla de Literal; aquella del último número: “La historia no es todo”, por ejemplo…
– La polémica con Andrés Avellaneda en la revista Todo es historia, tiene que ver porque Avellaneda se transformó en una suerte de portavoz de un periodismo literario realista o populista. Ocupó ese rol. Podría haber ocupado otro rol. La polémica viene porque hubo críticas populistas de Avellaneda a libros de Gusmán y Lamborghini, y de Germán también; y entonces se le respondió. Me parece que esa fue la polémica. La revista Todo es historia tenía una función como de las revistas que salen ahora y que resumen las actividades del año: en cine qué pasó, en literatura qué pasó. Y Avellaneda hizo una nota con ese tenor y se le respondió.
– ¿Y la relación con otras revistas? Con Los Libros, por ejemplo…
– La revista Los Libros yo creo que no tiene que ver con Literal. Digamos, habría que profundizar, leerla de nuevo y ver qué es lo que pasa. Porque se la opone a Literal pero habría que hacer el trabajo de ver por qué hay relaciones, etc. El que había estado en Los Libros había sido Germán. Los Libros no tenía que ver con la ideología de Literal, y tenía una estructura diferente. Los Libros tenía una estructura organizativa, más política, más burocrática, tipo redacción. Literal no tenía nada que ver con eso. En ese sentido se distancian bastante. Ellos discutían líneas internas pro-chinas o no pro-chinas, cosas que en Literal… ni se nos hubiese ocurrido meter ese tipo de polémicas ideológicas o líneas internas dentro de la revista. Había grupos, había discusiones. Pero a Literal no la rozaron. Lo que pasa es que como Literal tiene una visión sobre la época que es literaria y cultural, habría que ver cuál es la que transmitió Los Libros. Yo creo que ellos estaban afuera de la órbita de Literal. Pero tampoco ellos eran populistas, no. No, porque ellos eran intelectuales: Schmucler y otros eran intelectuales muy reconocidos. En el caso de Literal éramos “los lúmpenes”, lo que no significa que tuviéramos una estética lumpen. Pero lo de Los Libros habría que verlo bien.
Bueno, y el exilio y las peleas personales marcaron un poco el final de esta historia.

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[1] Una mesa redonda realizada en julio de 1974 en el “taller de los hermanos Cedrón” y en la que se presentó la revista del Grupo Cero. A propósito se recomienda Masotta, Oscar (1996). “Futuro anterior”, Anamorfosis. Perspectivas en psicoanálisis, 4: 13-3.

[2] Roberto Quiroga.

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