La
voluntad de vivir
Carlos Correas
De
Bernardo Carey
Una figura
temblorosa, frágil, trágica,
se adelanta en
el despojado escenario,
en un pequeño
departamento, donde contra
una pared se
ven las fotos de
Audrey Hepburn,. Evita
y Jean Paul
Sartre.
La brillante
y conmovedora, personificación de
Raúl Rizzo, avanza
tambaleando, caminando con
alguna dificultad , ocupa el
centro de la
escena, el cuarto
está con libros
apilados por todas
partes, al costado n
una solitaria vieja
máquina de escribir
en la que
se teclea continuamente y
donde el fantasma
agonizante de Correas
flota en el
ambiente desolado.
Febrilmente habla
por teléfono con
la agencia, y
con voz temblorosa
pide y contrata una
mujer prostituta, que
después sabremos solicita
para llenar su
soledad absoluta, su
apartamiento del mundo.
Este deteriorado
personaje, vencido por
la carga de
una incipiente vejez,
es doloroso e
inadecuado al mismo
tiempo, parece3 decir
“no veo porque
no hay nada que
ver”. Se burla
de sí mismo
y sabe que
sus horas están
contadas., se deja
caer tal vez
porque otra cosa
es imposible.
De vez
en cuando, los
espectadores observan el
rostro surcado de
marcas del autor (
quienes conocimos a
Correas entrevemos
allí su desesperación, el
rictus amargo, y
el humor, entre
ingenuo y exagerado,
sus gestos postreros
vacilantes)
Quizás reparamos
un halo de
tragedia, o de
comedia, que se dese4nvuelve ante
nosotros. De pronto
en una escena
se plantea y
se proclama que
lejos de la
muerte, hay un
impulso irrefrenable que
a uno le
impide arrojarse al
vacío, se trata
de la voluntad
de vivir, un
impuso nietzchano de
sobrepasar los augurios
de la destrucción.
Porque esa
interrogación está latente
en cada gesticulación , Correas
el suicida, el
loco que salta
el balcón de
su departamento, de
la calle Pasteur
,mientras las sirenas
de las ambulancias
y patrulleros suenan
agudas en el
barrio. Es en verdad
un sujeto vulnerable,, que
exagera su angustia
extrema, su dolor
existencial, anacrónico, quiere
decir viviendo en
otro tiempo, como si
fuera joven, que
gira en
el pasado. Se
dice que .en
la vida real,
aparentemente su reducto
fue invadido por
la gente decente,
furiosa..Acudió allí una
multitud indiferente ante
el brutal hecho,
con la intención
de vandalizar , sin
importarles nada, le robaron sus
libros, su máquina, sus
discos, los cuadernos
de sus Diario
Intimo ,todo se esfumó,
fue devastado-. Pero
eso fue un
flash, una alucinación.
Recibe en
su casa a la prostituta
Johana, que así
la llaman cuando
su verdadero nombre
es Ester Gómez,
es la bautiza
Ester Goris ( la actriz
que encarna a
Eva Perón en
un film) no
quiere reconocerla , se
engaña, evita, lo
real
Comienza un
juego, entre erótico,
equívoco, agresivo, que
deja exánime a
Correas, la mujer
lo cerca, con
mimos le hurta
los pocos pesos,
lo ridiculiza, lo
agobia. El rey
y la princesa,
ellos mismos disfrazados,
entran en el
lugar de la
ficción, que es
el único sitio
donde viven.
El hombre
continúa ocupado con
la Filosofía, es
un derrumbado profesor
universitario, y el
mundo imaginario de
los viejas películas
como “ Sabrina” ,
la de Audey
Hepburn y Bogart, el
peronismo y sus
fetiches, su “parecido”
con Sartre, lo
distraen .Todo muy
endeble, provisorio, destartalado, agónico, en
esos últimos días
de borrachera y
mareos de anfetamina
y alcohol, para
tapar la sensación
de vacío interior,
Hay un
doble, un enemigo,
amigo, quizás con
identidad difusa , que
lo acosa, y
le hace recordar
quién es en
verdad, o lo
que fue, un
sujeto arltiano, Erdosain
tal vez, un
humillado por la
vida. Algo un poco
despreciable, un marica
quizás que se
tienta con los
brillos. Un compañero de
antiguas juergas, otro
mutilado
Se trata
de un existencialismo en
desuso, pasado de
moda, que continuamente contrasta
y es totalmente
perdulario.
Correas vive
en un mundo
fantasmal, que en verdad
a nadie le
interesa, como si estuviera
en sus fantasías
y sepultado interminablemente.
De vez
en cuando teclea
alguna nota que
queda inconclusa, le
retira la llave
de su casa
al doble, y
se escapa a
soñar o inventar
su propio retiro.
Juegas con
un revólver como
en un cuento
suyo, piensa que
es un gánster
o un suicida,
o un literato
que ya no
tiene nada que
decir.
Se precipita
al borde de
su sin sentido,, parece un
sonámbulo que pasea,
encerrado en su
cuarto , desesperado.
Los tres
actores se mueven
en el espacio
y desarrollan tres
facetas de un
vértigo de acontecimientos, regulares
e inhóspitos. Correas
interpretado por Rizzo
con una perfección
angustiante, se desliza,
camina y descamina , y logra una
identificación sorpresiva, sin
haberlo conocido personalmente, la
semejanza impresiona., el rol
es logradísimo.
La prostituta,
lo acompaña, lo elude,
no lo entiende,
pero en algún
momento hay como
una fusión, que
sobrepasa la rutina
diaria, están allí ,
juntos, en esa
unión inexplicable.
El tercer
personaje Juancito7Pablo quiere
hacerlo volver a
otros tiempos, aunque
todo es ahora
distinto, y pertenece a
un pasado que Correas
niega, como un
camino sin salida.
¿ Cuál
es la solución
ser distinto, cuando
las voluntad lucha
en búsqueda der
aquello que lo
convierta en aquello
imposible,
Por eso
está extenuado, cansado,
deteriorado, dolorido, asombrado
por la grieta
que ha perdurado
en su existencia.
“La vieja
locura del amor
ideal “, esto es
solamente ideas y
escritura que están
en la cabeza
de Correas, ese
algo sublime y
puro, que a
la vez siente,
como pretensión altisonante, porque
su contacto con
el mundo puede
ser procaz, dudoso,
antiguo e irrisorio.
Correas se
debate en estas
tensiones (su retiro
,su “
vida real “, Juancito
y la fantasmagoría que
lo aterra)
Esos hombres
recientemente afeitados, pasan
incrédulamente por el
hall de la estación de
Once , repleto de
tipos simuladores, prostitutas
y travestis, el
escenario al que
volvió el filósofo/escritor Correas.
¿ Comediante
o mártir ?
Frágil o un
fascinante out-sider, estas
dicotomías recorren el
desvarío de los profundos
actos, tal vez
inconsecuentes de sus
muecas ?
Un sujeto
sin lugar,
un desterrado, un
lastimado que agoniza
envuelto en esa
voluntad de vivir,
donde es atrapado,
cortés y ambiguo,
su cabeza está
mareada por el
alcohol desmedido, pero
aun más por
su dejadez.
La prostituta
lo atrae, lo desecha, llega
una vez sangrando
su nariz, la
protege, entre ambos
siempre está el
contraste de una
relación asimétrica, por
edad, experiencia e
imaginación.
En el
número 1952 de
la tarjeta de crédito :
“ El año
en que murió
mi padre. El año
en que empecé
a trabajar ! El
año en que
entré en Filosofía
y Letras ¡ ¡El
año que se
estrenó´ Sabrina ¡ ¡El año
en que murió
Eva Perón ¡ El año
en que cumplí
25 años ¡ ¡El año
en que conocí
a,.,,”
Es decir
que en esa
cifra están encerradas
las marcas indelebles
de una vida
que acaba, y
que se mantiene
en instantes provisorios.
Ella lo
vive, o es
un espejo de
sus penurias, de
ese aislamiento. Correas quiere
que lo confundan,
y esa es
su manera de
no entregarse. Piensa,
por eso estudia,
para escribir, por
eso imagina.
La “
profesora de anatomía”
es parte de
la Comedia, de
su infinita e
irritante soledad a
toda costa.
En una
página de “ Arlt
literato” ha escrito
hablando de Astier
” que el
suicidio es un
intento de hacer
necesaria la propia
muerte: me mato
o me hago
matar porque tengo
que morir, porque
sí, a partir
de la premisa
de que un
poder lícito que
es solo de
los otros concluyo
que soy imposible como hombre
(p 36 ) Cuando
Correas nombra a
esa tentación e
imposibilidad estaba preguntando,
alertando sobre la
cualidad arltiana que lo
excede, lo abruma, lo
angustia, lo existencializa.
Y cuando
refiriéndose a Kafka
dice: “Franz lucha
haciéndose de la
conciencia inculcada de
no ser condición
de una creación
que vive en
la angustia” Es
que la plenitud
de la unión
del hombre con
el mundo” como a
él se le
niega .Surge otro número
emblemático 70, este
es un límite,
la plenitud fue
imposible, por eso
“el loco del
7 “ terminó , interrumpiendo toda
inquietud.
Las Obra
lee y recrea
en su puesta
escénica, el
apasionante texto de
Bernardo Carey. El
Director y su
elenco, reencuentran a
Correas en su
fin.
Jorge Quiroga
Elenco
Raúl Rizzo :
Correas
María Zubiri
: Johana
Daniel Toppino
: Pablo
Diseño de
Escenografía y Vestuario
Sabrina
López Hovhannessian
Asistente de
escenografía y vestuario
Tamara
Varela
Diseño de
luces
Miguel
Morales
Música
original
Sergio Vaiikofff
Coreografía
Viviana Luz
Fotografía
Gianni Mestichelli
Prensa
Haydee Marocchi
Producción ejecutiva
Lardena
Atilman
Asitente de
Dirección
Anahí
Rizzo Quiunteros
Dirección
Daniel
Marcove
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